Friday 17 May 2013

No se celebrará los cumpleaños


                Desde hace la feria empezó venir anualmente a su chico pueblo escocés, Jaime no se ha perdido ni una. Es decir, su padre necesitaba razón para pasar tantos días allí y él, como niño, estaba muy contento acceder. Este año la feria todavía se quedaría durante sus cumpleaños y por supuesto su padre deseaba llevarle allí para celebrarlos. Había sido un tema de estrés en la casa, con el estado precario de su madre, pero cuando anduvieron por la entrada, todo fue sacado de la memoria.

                Aquí hay el tobogán en espiral, allí el tren fantasma, a la izquierda los coches de choque y al derecho, su favorita, la noria enorme. Más atrás, en el fondo del campo, hay la atracción favorita de su padre, el escalofriante Booster. Jaime sabe que solo se puede montar si eres muy valiente y arriesgado y alto, como su padre y como él quiere ser. Jaime sueña del día cuando puede montar el Booster con su padre. Aunque es temprano, las seis de la tarde, como es el primer día de la feria ya está llena de gente que ha terminado una semana larga y que está animada para el fin de la semana. Jaime anda de la mano con su padre entre la multitud desbordante, quien está probando la fuerza de su suerte y de sus estómagos. Está fascinado por los colores y los sonidos y los olores y los luces e interrumpe el paseo más de una vez para subir alguna plataforma y observar la escena abajo. Cada año, el niño descubre algo nuevo y puede ver un poquito mejor en los puestos de la feria, exponiendo peluches tan grande que se dan miedo, que solo puedes ganar si eres bastante fuerte o lista o suerte para aventajar a los hombres formidables protegiendo el tesoro. Jaime  nunca ha sido capaz de ganar nada, pero durante los algunos años iniciales de la feria crecía una colección impresionante de los peluches deformados, gracias a su madre.

                Mientras que andan por los puestos, imagina sus primeras memorias de la feria, cuando hacía este paseo con su madre por un lado y su padre al otro. Su madre nunca disfrutaba las atracciones grandes, con cuales su padre siempre había estado obsesionado, pero la atmósfera y los puestos sí. Ella llevaba a Jaime en los hombros cuando su padre montase una atracción, y los dos caminaban entre los juegos, intentando pegar las botellas y grabar los patos de plástico. Cada atracción producía en las mejillas de su madre la reverberación de docenas de luces brillantes en colores cambiantes  y sonaba su propia música con estridencia, a que bailaban después de gastar todo su dinero. Andar por la feria con su padre fue genial también, claro, pero no era lo mismo que pasar un día allí con los dos.

 – Oye, Jaime, te estoy hablando. – Completamente absorto en su ensoñación, no había notado que ya ha andado por el sitio entero, y ahora su padre le está mirando directamente a los ojos, con una animación que normalmente solo se ve en los chicos pequeños. – ¿Qué dices, hijo? ¿Quieres venir aquí para celebrar? Sería genial y si quieres, podemos elegir ahora cuales atracciones querrás montar. ¿Buena idea, no? – La atmósfera mágica y la sonrisa que cubre la cara de su padre hacen la decisión para él – ¡Claro que quiero celebrar mis cumpleaños aquí, papa! – 

La náusea desarrolla en su estómago a la mitad de su segunda vuelta de la feria. ¿Cómo podrá pedir su madre? ¿Ella vendrá? Seguramente todavía le gusta las luces y los colores y los sonidos, pero ahora Jaime nota más cuanta gente hay. Tanta gente en un lugar tan pequeño; su madre tendrá miedo. Además, si experimenta una reacción mala, tendrá que respirar profundamente. Esto es lo que el médico dijo a Jaime. ¿Cómo podrá respirar profundamente con los humos de las atracciones? ¿Y si no puede respirar y hay billones de personas y música estruendo, cómo podrán oírla llamando la atención y cómo la ayudarán cuando no hay espacio para mover ni un musculo? Jaime se apresura sin notarlo al entrar de otro recuerdo en sus pensamientos sobre su madre; los últimos cumpleaños que celebró la familia, los suyos, hace dos años. No entendía y todavía no entiende que pasó. De repente, para enfrente de un puesto vendando helados y su padre, pensando que sea algo que quería tu hijo, pequeño para su edad, le levanta para que pueda ver mejor los sabores ofrecidos. 

Comían helados a sus cumpleaños. Era un día fenomenal con amigos y familia todo afuera disfrutando el sol. Todo el mundo afuera, excepto su madre, cuyas razones para quedarse adentro cambiaba entre querer paz, sacar algo de la cocina y evitar quemarse. Todavía disfrutaban la feria hasta que llegó la ambulancia, cuando se quedaba el sol pero empeoró el día drásticamente. Jaime había visto anteriormente muchas ambulancias debido al ser muy torpe, pero esta ambulancia no había venido para él, había venido para su madre. No la veía por dos meses y nunca volvió a ser la mujer que era antes. 

– ¿Jaime, porque estás llorando? ¿Qué quieres? – No puede responder. No puede encontrar las palabras para describir su remordimiento para tener cumpleaños en el pasado ni porque no podrá celebrar estos cumpleaños tampoco. Jaime entiende que es importante para su padre y que le encanta la feria mucho, pero no tanto como le encanta su madre. No quiere que su madre les deje otra vez, sin saber adónde va o por cuánto tiempo. Ninguna celebración vale esto, quiere explica a su padre. Los colores y las luces y los sonidos y los olores se convierten distorsionados y no puede soportarse ya. Temblando, el niño se cae a la tierra con una mirada de dolor puro.

El vendedor de helados suelta una risita e intenta dirigir alguna empatía hacia este padre cuyo chico está llorando en la tierra – Hombre, parece como si tu hijo ya ha tenido bastante azúcar y diversión, quizás un helado no es lo que necesita, ¡aún si lo quiere!

Thursday 2 May 2013

Dejado solo



¡Vamos a jugar! A mí me encanta jugar. Prefiero el fútbol. Yo soy un fútbol. ¡Qué raro, soy un fútbol y juego al fútbol con mi dueño, que es un chico pero también juega el fútbol!

¿Ya es la hora para jugar fútbol, no? Deberíamos ir al parque ya. Mi dueño se llama Daniel. Yo tengo un año y él tiene ocho años. Es muy viejo. No es muy grande, pero es más grande que yo.

Llegamos temprano cuando mamá nos trae al parque. Mamá todavía no está. Daniel estaría triste. Le promete ella que le compraría un helado en el parque. Mamá me ha pateado solo una vez. Juega muy mal. Prefiera mirar. Nosotros también preferimos que sola mira. Cuando ella nos mira, sonríe. A Daniel y yo, nos gustamos cuando sonríe mamá. Es muy rara. Siempre llore y bebe y se sienta en silencio y duerme. Siempre está triste. A veces lo olvide estar triste, como en el parque cuando jugamos el fútbol. 

Todavía mamá no ha aparecido. Ni Daniel tampoco. Tengo miedo. ¿Qué voy a hacer si me olviden? Yo no sé cómo ir al parque, y me necesita Daniel para jugar. Alguien está arriba; le oí caerse. Probablemente es Daniel, el cae mucho.

No me gusta esperar. Quiero jugar.

Ah, bueno, la puerta. Aun Daniel o mamá tendrá abrir la puerta para este hombre. Venga Daniel, un hombre está a la puerta.

Daniel y mamá no venía y el hombre que estaba a la puerta tenía compañeros y han entrado pero no entiendo que van a hacer ya que están llevando a una cama y la están llevado por la casa y subiendo las escaleras. Aprendí sobre los ladrones por ver a Daniel disfrazarse y estos no son ladrones porque no llevan negro, llevan el color amarillo y el color verde y no están sacando nada pero ahora están bajando las escaleras y están andando hacia la puerta otra vez pero ahora tienen mamá en la cama. Pero mamá tiene una cama, y es muy buena y Daniel y yo jugamos en su cama de vez en cuando y cuando ella está en su propia cama su cara no parece tan gris y no hay sangre ni vómito ni tiene esas bombillas chiquitas que tiene agarradas en su mano y su cuerpo no tiembla así.

Están cerrando la puerta. Me están dejando. No entiendo. Tengo miedo. Deberíamos ha ido al parque. Al parque mamá no está enferma. Al parque mamá sonríe.

La puerta está abriendo otra vez. Daniel ha vuelto. Está gritando a mamá con rabia. El entrenador no le permitía quedar sin supervisión de su mamá. Le explicó Daniel que su mamá era estúpida y no le había levantado para venir al parque. Pobre estúpida mamá. Daniel está enfadado. Me patea. La fuerza me duele. Daniel, le quitaron mamá.

Daniel fue al parque sinmigo.

Tuesday 26 February 2013

El hombre con tres características



Hay una cosa mala en mi vida. Estoy involucrado en la busca eterna de aún la felicidad o un propósito de sobrevivir o algo así, y creo verdaderamente que si no estuviese la mala en mi vida, facilitaría mi busca mucho.  Bueno, la había pero de hecho ya se fue. Casi. Todavía forma una parte negra de mi historia, entonces todavía se queda algo malo adentro, pero existe actualmente en mi pasado. En la actualidad existen otras cosas en mi vida, como esa mujer en mi cama. La mala cosa parece una nube negra alrededor de sus hombros rollizos. Estoy seguro  que la cama es mío.

¿Porqué está allí? No sé. Me trajo el desayuno. Intenté explicarle la cosa mala y ahora parece que ha sufrido de un ataque de emociones tan extremo que necesitaba dormir otra vez. Cuando me desperté, ya le había levantado y me presentó con café más frío de la profundidad de mis ojos; duerme mejor que prepara la comida. Quizás lo debería informarle.

“Oye, mujer, despiértate. Me trajiste un desayuno de mierda, empezaste a llorar a la mitad de mi cuenta y ahora duermes otra vez, ¿no piensas que usar esta mañana aprender cocinar te serviría más?” Esto la dije yo, pero la voz sonaba pesada, sin ninguna inflexión.

La mujer dice nada. ¿Ha muerto?

Pienso que no es una mujer, que es una bruja gorda cuya misión es comerme. Le pide confirmar mi teoría y responde de una manera extraña. Un anillo de boda me golpe con fuerza directamente entre mis ojos. Parece el mío perfectamente; lo puso en mi dedo. No ha aprendido quien es, ni donde está la fuente de felicidad, pero ahora tengo dos anillos de boda que conjunta y parezco totalmente simétrico. Puede ser que la simetría quitaría la nube negra de mi vida, que hoy es el día. Puede ser.

Thursday 21 February 2013

Zapatos



Negros, con tacones de aguja y hecho de cuero tan suave que no era posible notar el límite entre pie y zapato, ni zapato y pista de baile; con ocho años creían que estos zapatos de baile me hacer en un adulto.
Generalmente, la clase de baile de salón no consistía en los jóvenes que se consideraban guayes de ninguna manera en la escuela, pero no importaba; teníamos nuestras propias reglas sociales. Después de años intentando bailar los pasos delicados de un vals en tacones cubanos, finalmente había avanzado al nivel adelantado, y tenía los zapatos para demostrarlo.
Cuando éramos niños, todos llevábamos esas cosas totalmente cubiertas en lentejuelas de cada color, pero ahora, con ocho años, había unido finalmente con las jóvenes cuyos zapatos eran de colores aburridos, pero elegantes. Bueno, todos eran negros. Los tacones estaban unas dos pulgadas, de estilo más o menos de aguja; por mis ojos eran lo más alto que era posible llevar. El cuero era negro liso y el estilo era normal; zapatos de punta abierta con una correa de la misma tela rodeando el tobillo y otra conectando esta sección al parte que cruzaba el frente del pie. Estaba en esta sección mi detalle favorito de los zapatos. Había un detalle formado por una purpurina negra y no brillante, cuya forma en el lado de mis zapatos creaba llamas de fuego. Desafortunadamente, mis amigos afuera la clase no los aprecian tanto, y rápidamente aprendí otra lección y nunca hablé más de bailar en la escuela.
Aunque aprendimos el baile de salón de hecho en el chico salón comunal donde vivíamos, y llevamos vaqueros y calcetines de dibujos animados, con los zapatos apropiados era posible estar llevado en otro mundo, y con cada paso, sentir como si fuese volando a través de la pista de baile.